jueves, 27 de octubre de 2016

Rayuela

'Rayuela Himmel und Holle', Edición en Alemán de 1981
Dicen que hay dos tipos de lectores: los que han leído "Rayuela" y los que la han abandonado tras un intento que se les ha hecho insufrible. "Rayuela" es una obra que ofrece una particularidad digna de mención: puedes leer capítulo tras capítulo consecutivamente hasta llegar al 56 y, de esa forma, habrás leído una novela de amor, o bien seguir el orden no consecutivo de capítulos que sugiere Julio Cortázar –hay bastantes más de los 56 referidos-, cuya lectura entra en un plano de mayor profundidad, poliédrico, complicado de desmadejar, lleno de matices y referencias externas, rayano en lo críptico –aparentemente- y que exige de un esfuerzo no desdeñable por parte del lector, al que se le reclama formar parte integrante de la ¿novela?

De alguna manera, poniendo sobre la mesa estas dos propuestas para abordar la lectura, el objetivo de Cortázar fue dirigir su obra a dos tipos de lectores muy diferentes. A estos leyentes llegó incluso a adjetivarlos –de una forma algo desafortunada, como así lo reconoció en alguna ocasión-: a los primeros, esos que se sentían cómodos leyendo la historia de amor de una forma pasiva, dejándose llevar  por el narrador capítulo tras capítulo, los denominó “lector-hembra”, a los segundos, aquellos que salían a una activa y sufrida caza de una realidad diferente en el texto, saltando capítulos según su propuesta, como “lector-macho”.

La primera vez que leí "Rayuela" no me atreví a desviarme de la sugerencia de Cortázar de leer su obra en el orden no tradicional. Tenía veinte años entonces y es, junto al "Tao te Ching" de Lao Tzu, la obra de la literatura universal que más me ha marcado: no como lector, sino como persona. Sin embargo, "Rayuela" se ama o se odia, pero no de cualquier manera, se odia con toda el alma; sus detractores la tachan de incomprensible, petulante, altiva, clasista, fallida. Una de las quejas más generalizadas es el hecho de que Cortázar utilice expresiones en otros idiomas de forma habitual, que sustente el sentido de párrafos enteros en referencias veladas de obras ajenas o citas de otros autores que, no conociéndolas el lector, hacen que se sienta perdido, o que haga alusiones constantes a músicos de jazz desconocidos para un público generalista. La solución es tan sencilla como, para muchos, incómoda: si no conoces otro idioma, usa un traductor; si no conoces un autor, documéntate; si un jazzista te es desconocido, escúchalo en ese momento en el que tu alma pide música. La solución es tan sencilla como, para muchos, incómoda: pon de tu parte.

Lo que aprendí de "Rayuela" fue inmenso, me abrió los ojos a otras obras, a otras realidades y, además, me acercó al jazz de donde nunca más he regresado: entender –o tener mi interpretación de- "Rayuela", no me llevó sólo a disfrutarla, sino que en ese camino encontré cientos de futuros compañeros de viaje, esos que los detractores irritados pasaron por alto pensando que eran parte de una forma de pavoneo intelectual del autor.

De alguna forma este blog hereda parte del poso que me dejó el texto del argentino, pues es culpable de mi gusto por el jazz. Pero hereda más cosas. Cuando afronté el reto de escribir estas entradas, quise ser sincero con el lector: no iba a recurrir a música dulcificada para presentarles este universo; si proponía un álbum, sería jazz sin medias tintas y, además, se trataría de una obra de cierta relevancia dentro del género; otro tema que tuve claro es que las entradas no iban a tratar monográficamente sobre el disco propuesto, incluso lo dejarían en un segundo plano, sino de la atmósfera que lo acompañaba, de diferentes aspectos sobre su enclave en la sociedad de su tiempo y, a partir de ahí, el lector del blog tendría que hacer el esfuerzo de llegar al autor de la obra propuesta, investigar sobre él, sobre la grabación, sus anécdotas, empaparse de otras referencias a las que se hacía mención; en resumen, debía convertirse en un mal-llamado “lector-macho”. He de confesar que mi idea principal era que el meollo de cada entrada se situara en el intercambio de ideas, apreciaciones, protestas, acuerdos o subsanaciones entre tú, lector, y yo, aprendiz siempre de escritor. Asumí de esta manera el riesgo de que muchos seguidores potenciales, llevados al tedio por el esfuerzo, abandonaran el barco; pero este proyecto sólo me resultaba interesante y, para mí, tenía sentido, de la forma que acabo de exponer y no de otra.

Llegados a este punto he visto que, efectivamente, la mayoría de los habitantes de este blog se han descolgado por el camino. Podría empezar a picar piedra en la búsqueda del porqué de la falta de dinamismo en este espacio bajo la forma en que lo he planteado, pero en un gesto de indulgencia egoísta, permitidme enterrar mi más que probable culpa y, sencillamente, me centraré en la consecuencia del mal hacer: no me divierto. Esta actividad tiene para mí la esencia del alimento lúdico, soy de esos raros a los que llena más la broma que el dividendo: no monetizo, no me lucro de manera alguna, ni si quiera tengo afán de docencia porque soy torpe en la enseñanza y mis conocimientos del jazz no tienen calado suficiente para que pueda ejercer cátedra; en definitiva, lo único que busco, es disfrutar de un buen rato, como el que pasaría en una cafetería junto a unos amigos charlando de un tema que me apasiona, sin más; pero, sin menos, carece de sentido.


De todos modos, sería injusto -y desagradecido para con aquel que siguió el camino hasta aquí- no desglosar los títulos que tenía en mente hasta completar estos 31 discos de jazz que, en un mes, tenían la intención haber creado luz al final del oscuro túnel que vislumbra el neófito de este enorme universo. En la lista, casi todo lo expuesto, pone el foco en las décadas inmediatas al declive del swing, que conforman el meollo del género y marcan las directrices de su evolución posterior hacia distintas fusiones y revisiones de cada uno de los estilos adaptados a los nuevos tiempos. Todos son trabajos emblemáticos por uno u otro motivo, de todos se puede aprender, de todos se puede disfrutar, de algunos incluso enamorar. No fue sencillo decidir cómo cerrar la lista, sobre todo por la obligación de descartar muchos discos que considero imprescindibles para tener una visión general del jazz y, además, por tener la intención de proponer el elenco más diverso de artistas posible. Finalmente todo quedó así, como podría haber quedado de otra forma con tan sólo tomar la decisión unos minutos antes, unos minutos después. Aquí están, con toda la polémica que siempre arrastra una lista:

Charles Mingus "Mingus Ah Um"
The Dave Brubeck Quarter "Time Out"
Sonny Rollins "Saxophone Colossus"
Stan Getz & Joao Gilberto "Getz/Gilberto"
Bill Evans Trio "Waltz for Debby"
Dexter Gordon "Go!"
Kenny Burrell "Midnight Blue"
Cannonball Adderley "somethin' Else"
Jimmy Smith "The Sermon"
Lee Morgan "The Sidewinder"
Sonny Clark "Cool Struttin'"
The Horace Silver Quintet "Song for My Father"
Art Pepper "Meets the Rhythm Section"
Count Basie Orchestra "The Complete Atomic Basie"
The Modern Jazz Quartet "Django"
Gerry Mulligan & Telonious Monk "Mulligans Meets Monk"
Charlie Parker & Dizzy Gillespie "Bird & Diz"
John Coltrane "A love Supreme"
Thelonious Monk "Brillian Corners"
herbie Hancock "Empyream Isles"
Eric Dolphy "Out to Lunch"
Ornette Coleman "The Shape of Jazz to Come"
Sun Ra & His Arkestra "Jazz in Silhouette"
Yusef Lateef "Eastern Sounds"
Andrew Hill "Point of Departure"
Bobby Hutcherson "Dialogue"

¿Falta uno? Sí, sí que falta pero, si has leído las entradas previas, seguro que sabrás de qué joya se trata. Es su momento. El tuyo también.

Salud y música